Tratamiento de la hiperplasia prostática benigna en hombres sin cirugía (sin pastillas)
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Hiperplasia prostática benigna: a través de las dificultades hacia un método de verdadera recuperación
Estimado lector interesado en este recurso: si se encuentra aquí, no es necesario explicarle con gran detalle qué es la hiperplasia prostática. La HPB es una formación benigna que impide a la persona vivir plenamente. Si ha comenzado a leer este texto, significa que existe riesgo de su aparición o que este diagnóstico ya se ha confirmado en usted o en algún familiar cercano.
Causas de la hiperplasia prostática benigna
Probablemente no le interese demasiado conocer todas las causas que la generan, ya que los síntomas o la enfermedad misma ya están presentes. Sin embargo, las enumeraré brevemente, porque un análisis sencillo de ellas puede prevenir daños adicionales que usted, consciente o inconscientemente, podría estar infligiendo a su propio organismo. La hiperplasia surge a partir de espasmos musculares y, por lo tanto, también vasculares, de la falta de circulación sanguínea y de alteraciones en el funcionamiento del sistema endocrino. Todo lo anterior se inicia a partir de un proceso inflamatorio prolongado en la próstata, consecuencia de un daño generalizado a uno mismo, de la inactividad física, de la gula y del consumo de productos perjudiciales, como complicación de otras enfermedades o incluso como efecto secundario de tratamientos farmacológicos. En esta lista, la edad ocupa el último lugar, y la información posterior en este sitio web lo justificará. No se atormente recordando antiguos errores y pecados; no hay necesidad de traumatizar la mente. Pero si existe algún defecto adquirido a lo largo de los años, le aconsejo reflexionar seriamente. Actualmente tengo 61 años (2025) y no presento señales de hiperplasia prostática benigna, no padezco síntomas dolorosos ni consecuencias de nerviosismo, vivo cada día con excelente energía y mantengo un estilo de vida activo. El costo de mi recuperación no se compara en absoluto con el precio de una sola visita, incluso al centro médico más moderado. Además, no es realmente un gasto si resulta un placer para el cuerpo.
Síntomas de la HPB, diagnóstico y primeros contactos con médicos
Mi estado actual es el resultado de años de búsqueda, adquisición de conocimientos y su aplicación práctica. Pero hubo otro período… Me enfrenté a problemas urinarios hace más de veinte años. Más tarde comenzaron dolores sordos en la zona de la ingle y las visitas a especialistas. Durante los siguientes tres años y medio traté con diferentes urólogos, quienes, tras los exámenes obligatorios por los síntomas dolorosos de la próstata, primero me diagnosticaron una amenaza de HPB (¡no sé si tal tipo de diagnóstico existe en medicina!) y más tarde hiperplasia prostática benigna. Después de las consultas, seguí un tratamiento con un conjunto de medicamentos costosos; al principio experimentaba alivios breves y poco significativos (probablemente más por sugestión que por efecto real) y luego continué tomando pastillas sin resultados, pero con efectos secundarios en el funcionamiento normal del organismo. Afortunadamente, tuve la sensatez de no recurrir a fármacos devastadores para la salud.
Urólogos y métodos de tratamiento de la hiperplasia prostática
Experiencia personal con los especialistas
Todos esos médicos fallidos se asociaban en mi mente con sepultureros de cementerio, porque compartían dos rasgos: eran poco comunicativos y muy costosos. Además de las fórmulas de los llamados medicamentos para tratar la próstata, nunca recibí recomendaciones sobre cómo convivir con la enfermedad. Tras visitar sus consultorios, parecía que el voto de silencio era la regla principal para los médicos, y cada uno firmaba en los organismos correspondientes un compromiso de no divulgar información sobre la salud. Mucho más tarde comprendí que todo era más simple: aquel mutismo se debía a la falta de comprensión. El tratamiento farmacológico de la hiperplasia prostática benigna fue completamente ineficaz. Mientras tanto, la enfermedad progresaba y los problemas urinarios se volvieron constantes. La duración del flujo de orina al visitar el baño podía ser de 3 a 7 segundos, pero yo necesitaba prepararme para ese flujo mucho más tiempo, o mejor dicho, sincronizarme con él. ¿Es posible curar completamente la próstata? Sin desanimarme, continué buscando un método eficaz para curar o al menos aliviar los síntomas y estudiaba todo lo nuevo en el tratamiento de la HPB. La publicidad omnipresente aún asegura que existen infinidad de medios para ello.
Pruebas de dispositivos para el tratamiento de la próstata
En cierta ocasión escuché sobre un dispositivo, un aplicador que realizaba un tratamiento de vibración magnética con calor sobre la inflamación de la próstata llamado «Mavit», y la información me sorprendió. Este aparato se publicitaba como un dispositivo para tratar la HPB en casa. El precio me desconcertó, aunque el vendedor aseguró que se entregaba directamente desde el fabricante ruso, sin intermediarios. El costo del dispositivo, casi portátil y sencillo, era equivalente al precio de dos televisores surcoreanos medianos. El manual afirmaba que este “milagro” curaba la hiperplasia prostática. Desde la primera serie de procedimientos no noté ningún beneficio. El fabricante insistía en continuar, ser paciente y no interrumpir el tratamiento. A mitad de la segunda serie surgieron dolores intensos y la sensación de tener una pesa colgando en la ingle. Tuve que interrumpir aquel suplicio y esconder el aparato lo más lejos posible. Me dio pena tirarlo, ¡había gastado tanto dinero! El optimismo comenzó a decaer, aunque no del todo. Mi siguiente adquisición fue una pequeña pirámide con armazón metálico (similar a la egipcia). La descripción prometía la curación de casi todas las enfermedades. El precio, casi cuatrocientos dólares, no me asustó. El dispositivo aliviaba algo el dolor, pero ningún otro efecto apareció.
Tratamientos populares de la hiperplasia prostática benigna
Suplementos biológicos
Intenté utilizar suplementos biológicos. Se ofrecían por teléfono mediante publicidad televisiva. Tras unos minutos de conversación con un supuesto especialista, me alertó el nivel de su profesionalismo, y el costo del producto, entonces llamado “Fuerza del Emperador”, que superaba los mil dólares, me hizo retirarme rápidamente (aunque luego llamaron varias veces insistiendo). En ese tipo de negocios, los aprovechados que especulan con el sufrimiento ajeno son cien por ciento seguros. Las búsquedas en esa dirección resultaron inútiles.
Remedios populares y médiums
Intenté tratar la HPB con remedios populares. Fui a ver a una anciana médium que me dio un poco de agua. No cobró mucho dinero. Dormí un poco mejor, pero aquel “poco” estaba lejos de ser suficiente. El agua del grifo no funcionaba y la anciana vivía lejos. Pasé períodos prolongados de hambre. Esto es solo una parte de mis búsquedas personales. Comprendí que había caído, sin mi voluntad, en algo similar a un enorme receptor-distribuidor sin posibilidad de retorno, donde cada segundo ingresan miles de personas. Allí tienen un solo derecho y obligación: obediencia silenciosa. Fuera de la multitud, en los departamentos y celdas de ese lugar, se encuentra otra casta: algunos estafadores bien cuidados, otros charlatanes licenciados e ineptos con permiso para matar lentamente, y simplemente idiotas que se creen jueces del destino. Ellos son los jefes y administradores, y de mí se esperaba escuchar sus recomendaciones absurdas, agradecer materialmente aunque sea de manera superficial, y pasar al siguiente procedimiento. La salida es el olvido o la fuga.
Sin hiperplasia prostática benigna: camino hacia la completa eliminación de la enfermedad
Caso crítico en una clínica privada
Un caso desagradable, que evidenció la indiferencia humana y la avaricia, me hizo cambiar radicalmente mi actitud hacia los intentos de mejorar mi salud. En una organización médica privada, que poco después me recordó a un antro de estafadores, tras la consulta con el urólogo entregué un conjunto de análisis. Mientras esperaba, observé a un hombre mayor (luego supe que tenía 84 años). Sus familiares lo habían traído. La persona no podía orinar ni realizar el análisis indicado. Su hija se movía sin saber cómo ayudar. Finalmente, sacó al médico al pasillo principal. El especialista, con rostro impasible, le recomendó intentar hacer fuerza y regresó a su consultorio. La avaricia de aquel sinvergüenza era absoluta: necesitaba el dinero del diagnóstico y no pensaba en ayudar al paciente. Me acerqué a una mujer de mediana edad, quien me contó que en el hospital municipal no los habían recibido (día festivo, no había médico) y les recomendaron ir a una clínica privada. Sin saber cuánto tiempo llevaba sin orinar el anciano, le pedí que regresara urgentemente con él a la sala de urgencias; cualquier demora podría ser fatal. Era evidente un espasmo por la exacerbación de la HPB, y lo primero que necesitaba esa persona era alivio, es decir, drenaje de la vejiga. En ese hospital no se realizaba tal procedimiento, no por falta de habilidad, sino por ausencia de conocimientos. Los grandes beneficios económicos provienen de algún examen y la entrega irresponsable de recetas. Sentí impulso de empujar la mandíbula de aquel “empresario” hasta su garganta. Apretando los puños, me apresuré a salir para no causarme problemas graves.
Conclusiones
En los últimos años, al volverme más categórico, razonaba así: nadie ofrece una verdadera “píldora de salud eterna”; simplemente no existe. El golpe al organismo fue considerable. Mi HPB no desaparecerá de un día para otro. La búsqueda interminable e infructuosa de remedios populares o medicamentos solo puede empeorar los síntomas. Las consecuencias podrían dejarme incapacitado. No estaba en mis planes someterme a cirugía con todas sus complicaciones. En segundos, tomé una decisión: a pesar de todo, debía llegar a la verdad. Aunque difícil, no habría lugar para la enfermedad en mi cuerpo. La medicina es un sistema serio de conocimientos científicos y medidas prácticas; aunque existan especialistas competentes, tal diagnóstico les resulta inaccesible. Tras varios intentos, no se busca nada en cuentos de hadas; yo, para curar la próstata, realicé más de una decena de acciones. Todas, aunque con la intención de aliviar el sufrimiento, tenían un punto en común: “diagnosticaban” mi bolsillo para extraer dinero. La sentencia estaba dictada, y lo bueno era que lo sabía. Solo quedaba “un poco”: debía anularla yo mismo. Comprendí que la curación debía ser lógica, sensata, sin medicamentos sintéticos destructivos ni consultas falsas en consultorios fraudulentos.
Lo que aprendí, inventé, probé en mí mismo y asimilé, cómo finalmente llevé a cabo el tratamiento conservador de la HPB sin cirugía y la completa recuperación, lo relato y muestro en otras secciones de este sitio y directamente en el método «Sin hiperplasia prostática benigna». Profundice y estudie. Si desea liberarse de la enfermedad, todo será mucho más sencillo, porque los conocimientos adquiridos están a su disposición.
Con respeto, el autor, Plotyan Gennadiy.

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