Dieta en la hiperplasia prostática benigna: productos de harina, repostería y otros dulces

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Consumo de carbohidratos en la hiperplasia prostática benigna

Pregunta

¿Puede el exceso de carbohidratos influir en el desarrollo de la hiperplasia prostática benigna? Ante este diagnóstico, ¿es necesario regular el consumo de una de las principales fuentes de carbohidratos, como el pan u otros productos elaborados con harina? ¿Qué dulces se pueden consumir y cuáles deben evitarse por completo?

Respuesta

Dieta de carbohidratos en la hiperplasia prostática benigna

Los carbohidratos constituyen una de las fuentes clave de energía para el funcionamiento pleno del organismo humano, pero, al igual que otros nutrientes, tienen sus particularidades. El exceso de azúcar en la sangre que se produce tras la digestión de alimentos ricos en carbohidratos sobrecarga el sistema endocrino y con frecuencia genera desequilibrios posteriores. La hiperplasia prostática benigna surge precisamente sobre la base de estos desequilibrios: la próstata interpreta este exceso como un estímulo que favorece su crecimiento.

Un aspecto esencial en el tratamiento de la hiperplasia prostática benigna es la reducción considerable del consumo de grasas de origen animal y de las proteínas asociadas. La falta de energía resultante debe compensarse por otras vías y, a menudo, las personas, sin profundizar en el tema, intentan hacerlo aumentando sin control la cantidad de carbohidratos. Este es un error importante.

Sobre el índice glucémico

¿Cómo orientarse al elegir una dieta adecuada? En la actualidad, una de las herramientas más cómodas y efectivas para regular el consumo de carbohidratos es el conocimiento del índice glucémico. Este valor señala cómo afecta un alimento al nivel de azúcar en la sangre tras ingerirlo. Aunque rara vez aparece en los envases, puede encontrarse fácilmente en internet, buscando “índice glucémico de los alimentos”. Los datos más fiables suelen presentarse en tablas comparativas.

No incluí aquí dichas tablas porque en distintas fuentes los valores difieren ampliamente. Y esto no es casual. Distintas variedades de frutas, como uvas o manzanas (más dulces o más ácidas), modifican de manera distinta los niveles de azúcar; además, cada hogar utiliza diferentes ingredientes y métodos para preparar conservas. Lo mismo ocurre con el pan blanco: en cada región se elabora según recetas propias, con harinas de distinta calidad y proporciones variables de ingredientes. Los estándares actuales son relativos, pero no contamos con otra alternativa mejor y debemos utilizar la información disponible. Ciertamente, es preferible a ignorarla por completo.

El principio fundamental es sencillo: cuanto más alto sea el índice glucémico de un alimento, mayor es su influencia sobre el nivel de azúcar en la sangre. En la edad adulta y en la vejez, su consumo debe limitarse o incluso evitarse. Se considera que los alimentos con valores de 65–70 o superiores tienen un índice glucémico alto; los que presentan valores de 40 o inferiores son de índice bajo; y los que se encuentran entre 40 y 65 ocupan la franja intermedia.

¿Cómo usar esta información en la práctica? Existen varias dietas equilibradas, aunque algunos especialistas las recomiendan y otros las cuestionan. Muchas de ellas están orientadas sobre todo al control de la diabetes y del exceso de peso. Aquí hablamos de hiperplasia prostática benigna, por lo que las recomendaciones se centran en esta afección.

El exceso de azúcar, así como sus posibles beneficios, actúa de manera sistémica en el organismo. Es importante comprender que los niveles elevados de azúcar no solo cargan las glándulas endocrinas: las variaciones frecuentes deterioran los vasos sanguíneos, los vuelven frágiles y generan consecuencias indeseables. La rigidez y fragilidad de los vasos reduce la calidad de la circulación sanguínea; si esta disminuye en la región pélvica, se crean condiciones propicias para el desarrollo de la hiperplasia prostática benigna.

No mencionaré aquí productos evidentemente dañinos como refrescos azucarados, almidón modificado o patatas fritas, porque están estrictamente prohibidos tanto en la hiperplasia prostática benigna como en la prostatitis crónica. Su efecto perjudicial es generalizado y el organismo no los necesita. Conviene memorizar la lista de productos habituales con índice glucémico alto: distintas variedades de pan blanco, bollería, arroz glutinoso cocido, azúcar, miel, sémola, la mayoría de los platos elaborados con papa y una amplia gama de frutas en conserva. Reduzca su consumo con sensatez. Algunos productos pueden sustituirse sin problemas: por ejemplo, reemplazar el pan blanco por pan integral o de centeno, cuyo índice glucémico es intermedio. El pan sin levadura también es una excelente alternativa y forma parte de mi propia dieta.

En lugar de patatas fritas (índice glucémico 95) o puré de patatas (índice 85), puede prepararse papa cocida con piel, cuyo índice es considerablemente menor: 65. Al consultar las tablas disponibles, verá que la cerveza resulta perjudicial no solo por ser una bebida alcohólica ligera y carbonatada, sino también por su índice glucémico extremadamente alto (110).

En la mayoría de los casos, los cambios positivos se manifiestan con rapidez. Para comprenderlo aún mejor, conviene usar instrumentos médicos comunes para el autocontrol: tensiómetro, termómetro (observe cómo varía su temperatura según los alimentos consumidos) y, si tiene acceso a un glucómetro, mucho mejor. No tema los resultados: los análisis sirven para evaluar cómo está tratando la hiperplasia prostática benigna o la prostatitis crónica y para tomar decisiones correctivas fundamentadas.

Después de aplicar los cambios recomendados, preste atención a indicadores personales como la calidad del sueño, la capacidad de trabajo, el nivel de irritabilidad y el apetito.

Analice su dieta

En mi práctica he visto más de un caso en el que incluso una sola recomendación relacionada con la alimentación desempeñó un papel decisivo en la mejora del proceso de recuperación. En una ocasión asesoré a un paciente con diagnóstico de hiperplasia prostática benigna en fase inicial. Aplicaba con gran dedicación mi método “Sin hiperplasia prostática benigna”, además de ser una persona comunicativa y curiosa, interesada en comprender cada detalle del proceso de recuperación, y mostraba una admirable disciplina al poner en práctica los consejos recibidos.

Además de la hiperplasia prostática benigna, se le había diagnosticado hipertensión arterial de primer grado, que llevaba más de dos años de evolución. El proceso terapéutico avanzaba correctamente, aparecieron las primeras mejoras y el paciente dejó por completo los medicamentos para reducir la presión arterial. Tampoco utilizó desde el inicio los fármacos para la hiperplasia prostática benigna, como los inhibidores de la 5-alfa-reductasa o los bloqueadores alfaadrenérgicos.

Su actitud hacia el tratamiento era responsable y constante. Sin embargo, surgió un problema: empezó a notar que, por la mañana al despertarse y, en ocasiones, por la noche, su presión arterial superaba los valores normales (145/90 milímetros de mercurio). Mantener una presión arterial normal es una condición esencial para la recuperación; sin ello, avanzar es imposible.

Comenzamos a analizar la situación. La actividad física se mantenía dentro de límites razonables, se realizaba correctamente y, tras el ejercicio, la presión regresaba a la normalidad durante un largo periodo. En aquel momento no había habido sobrecarga mental.

Llegamos entonces a revisar la dieta. A primera vista, todas las restricciones se cumplían. Para resolver el problema, necesité tomar una pausa. Algunos días después le pregunté cuánta cantidad de pan y otros productos a base de harina consumía al día. Resultó ser excesiva. Le recomendé eliminarlos temporalmente. Al cabo de dos días, la presión arterial se estabilizó por completo. Solo quedaba regular la cantidad de carbohidratos de ese tipo dentro de límites seguros. La evolución posterior mejoró considerablemente.

Carbohidratos y remedios naturales para mejorar la potencia

Existe abundante información, a menudo contradictoria, en internet sobre los afrodisíacos, es decir, sustancias que aumentan la potencia sexual y que se encuentran, en sus variantes más inocuas, principalmente en determinados alimentos. Sin embargo, casi nadie menciona que, al consumir estos estimulantes, resulta fundamental no combinarlos con productos que actúan como antagonistas y reducen el deseo sexual (anafrodisíacos).

Es posible consumir nueces (nueces comunes, piñones, almendras, avellanas, nueces de Brasil y otras), perejil y cebolla, camarones y ostras, así como especias como canela, jengibre o azafrán. No obstante, si se combinan con pan blanco (índice glucémico que en diferentes fuentes oscila a partir de 75) o con patatas horneadas (índice glucémico 95), lo más probable es que el efecto deseado no se manifieste. Pocas veces se menciona que el aumento constante de azúcar en la sangre es una de las causas principales de la disminución de la potencia. De todo lo anterior se deduce que los afrodisíacos, especialmente los de origen vegetal, no perjudican en la hiperplasia prostática benigna ni en la prostatitis, sino que resultan beneficiosos.

Qué se puede y qué no se puede

¿Qué dulces se pueden mantener en la dieta en caso de hiperplasia prostática benigna y cuáles deben evitarse?

Leí en cierta ocasión que hace algunos siglos el consumo anual de azúcar, base de muchos platos dulces, rondaba los dos kilogramos por persona al año. No sé hasta qué punto este dato es exacto, pero las estadísticas actuales indican que esa cantidad es veinte veces mayor. Sin embargo, también se afirma que el organismo humano no necesita realmente el azúcar. Por ello, conviene ser moderado y selectivo.

Son muy beneficiosas las frutas y bayas frescas, como el albaricoque, la mandarina, la cereza, la pera, la granada, el pomelo y el arándano. Pero también existen frutas con un índice glucémico notablemente alto, como los dátiles y la calabaza. El melón y la sandía tampoco son la mejor elección. Cada producto vegetal es estacional por naturaleza, pero hoy en día es posible evitar la escasez gracias a las conservas caseras. En mi familia congelamos varias frutas y bayas para almacenarlas durante periodos prolongados, y recientemente comencé a utilizar un deshidratador para frutas, bayas y verduras. Los resultados son excelentes.

Recomiendo evitar los dulces industriales, especialmente si se consumen junto con repostería comercial (bizcochos, pasteles de masa quebrada, masas choux o hojaldre). Tampoco aconsejo comer con frecuencia platos muy elaborados y con numerosos ingredientes; en todo caso, conviene conocer su receta antes de consumirlos.

En cuanto a los dulces preparados en casa, sigo una regla sencilla: no los consumo siempre y, cuando lo hago, reduzco a la mitad la porción que solía comer antes, masticando lentamente. Así se logra una sensación de saciedad más rápida.

También recomiendo abstenerse de chocolates y golosinas como caramelos, toffee, chocolates, bombones, piruletas o frutas confitadas, no solo por su elevado índice glucémico. En los últimos tiempos, la calidad de estos productos, especialmente los fabricados a gran escala, resulta cada vez más dudosa.

Si surge un deseo muy fuerte, se puede consumir una pequeña cantidad, sobre todo cuando la próstata se encuentra en buen estado, sin signos de hiperplasia prostática benigna. Aun así, recomiendo elegir dulces destinados exclusivamente a niños pequeños, pues su fabricación suele ajustar los estándares de calidad, reduciendo al mínimo el riesgo de ingerir sustancias nocivas.

¿Es posible consumir café? Lo mejor es excluirlo, y con mayor razón si se añade azúcar.

La conclusión es directa: el conocimiento adquirido nunca ha perjudicado a nadie. Familiarizarse con esta información no requiere mucho tiempo y contribuye a comprender mejor los fundamentos de una salud prostática plena.

Con respeto, Gennadiy Plotyan, autor de contenido sobre síntomas, diagnóstico y tratamiento de la hiperplasia prostática benigna.

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